jueves, 31 de julio de 2008

el sitio gore


1 comentario:

gaston dijo...

http://www.aullidos.com/relatos/asustanpayasos.pdf


I Concurso de Relatos Aullidos.COM ¿Te asustan los payasos?
¿Te asustan los payasos?
Creo que hoy toca explicar el porqué de mi fobia hacia los payasos. Esos personajes
burlescos y falsamente caracterizados que en un fallido intento de querer entretener a los
niños, de hacer reír a la gente o en su caso de traer la felicidad a los pueblos, esconden una
oscura cara bajo todo ese maquillaje.
Si, ya sé que yo hablo así de ellos porque los he temido desde pequeño, pero estoy seguro
que cada vez son más los niños los que reconocen el verdadero mal que hay tras ellos.
Podría decir que todo empezó cuando yo tenía 8 años. Quizás yo inicié el camino viendo
por accidente la película "IT" de Stephen King, madre mía, creo que jamás olvidaré la
terrible cara de ese payaso atrayendo al niño con unos globos desde la alcantarilla,
sencillamente terrorífico.
La broma me costó muchos días sin dormir.
Recuerdo la hora de irme a la cama. El miedo se apoderaba de mí por momentos, sabía que
pronto estaría solo, encerrado, a oscuras, y eso mi miedo lo sabía, lo olía. Mi madre venía a
arroparme como todas las noches, y tras ella mi hermana, la única que me entendía e
intentaba aplacar mi temor. Se quedaba todo lo que podía a mi lado en la cama, hasta que
veía que mis ojos comenzaban a decaer, entonces me besaba los labios dulcemente y
desaparecía tras la puerta.
Entonces el corazón se disparaba, mis ojos se abrían de par en par para no ver nada, tan
solo la oscuridad que inundaba mi habitación. Únicamente una leve luz intentaba entrar por
debajo de la puerta, luz que no tardaría en apagarse en cuanto se fueran a la cama.
Mi cuerpo temblaba histérico, y mis manos sudaban exageradamente mientras sujetaba la
sábana justo por encima de la nariz, dejando los ojos al descubierto para poder vigilar.
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Todo el mundo dice que cuando tienes miedo y estás en la cama a oscuras lo que debes de
hacer es cubrirte por completo y esperar a que pase el miedo, pero que coño, eso no es
verdad, no es lo mejor. ¿Qué pasa si al descubrirte te llevas una sorpresa?
Pues ahí estaba yo, a punto de hacer lo dicho. Subí un poco más la sábana y todo quedó aun
más negro. Mi respiración se iba haciendo cada vez mas rápida y corta, entonces oí un
ruido, algo se había movido ahí fuera.
Dios, aun ahora me pongo nervioso cuando lo recuerdo.
Podría decir que sentí una presencia, como si alguien me estuviese mirando fijamente desde
la penumbra a través de la tela. Hasta llegué a notar algo rozándome la pierna. No sabía que
hacer, seguro que si me destapaba me encontraría de golpe la horrible cara de un payaso,
pero por otro lado no podía estar toda la noche escondido pensando que Pennywise u otro
bufón del infierno me estaba esperando. Fui emergiendo de mi cueva lentamente, lo hice
con los ojos cerrados, sentí algo de aire fresco en mi cara.
Abrí los ojos.
Solo recuerdo que vi algo y que el grito que pronuncié fue tema de conversación en el
barrio durante días. No sabría explicar muy bien lo que vi, pero estoy seguro de que había
algo allí, algo de cara desdibujada y colores chillones, algo que me acechaba y me
acecharía para siempre.
Desde entonces jamás he vuelto a cubrirme la cara estando en la cama, nunca se sabe lo que
se esconde detrás.
3 meses después llegó el circo a la ciudad, y con él la peor de mis pesadillas.
Las calles se llenaron de enormes carteles que lo anunciaban, acróbatas, equilibristas,
animales salvajes y como no, los payasos.
- Tranquilo tete, que no vamos a ir, nosotros iremos a ver una película al cine. ¿Quieres? -
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me dijo mi hermana, yo me limité a sonreírle.
Joder como quería a mi hermana.
A los pocos días escuché en las noticias de la tele que habían suspendido la inauguración
del circo a causa de los asesinatos de algunos integrantes del mismo, anunciaron las
víctimas, entre las cuales figuraba uno de los payasos del espectáculo, casi sentí alivio,
porque no decirlo. Al parecer las muertes habían sido cometidas por un psicópata por el
modo en el que había encontrado los cuerpos.
Pero a mi no me importaba nada de eso, solo que ya no habría circo ni payasos
deambulando por la zona.
Esa misma noche volví a sentir lo mismo que hacía meses, pero esa vez todo iba a ser
diferente, iba a ser real. Tumbado en la cama permanecí despierto escuchando a mi madre
hablar con mi hermana, la luz del pasillo entraba en mi habitación vagamente creando
sombras indescriptibles. Estaba tranquilo, por lo menos de momento, mientras oía esas
voces familiares al otro lado de la casa.
Las voces cesaron, y con ellas la luz. Todo quedó en calma en un segundo.
Algo no iba bien, todo había pasado muy rápido, y casi no había escuchado las puertas de
las habitaciones cerrarse.
Unos pasos decididos se acercaron hasta mi cuarto.
La puerta se abrió pero yo no podía ver nada, estaba todo a oscuras.
- ¿Mama? ¿tata?
Silencio
Lo que parecían unos cascabeles pasaron justo por mi lado. Alguien comenzó a reír
exageradamente. Era un hombre.
Entonces sentí algo de aire caliente en mi cara, un olor nauseabundo, era como si me
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estuvieran echando el aliento. No quería hacerlo, no quería alargar la mano para saber si
realmente había alguien allí delante mío, no quería pero tenía que hacerlo. Antes que
pudiera palpar nada, una mano gigante me tapó la boca y me sacó bruscamente de la cama.
Con los ojos algo acostumbrados ya a la oscuridad pude vislumbrar algo de mi atacante, su
cara era muy blanca, y su pelo era verde. Entonces me miró, clavó sus ojos pintados en mí.
-¡BOOO¡ - gritó y luego siguió riendo.
Era un payaso.
No lo podía creer estaba ocurriendo de verdad.
Me zarandeó en el aire y me llevó acuestas como un saco de patatas azotándome al mismo
tiempo en el culo. Yo no podía exhalar grito alguno, ni tan siquiera pude soltar una mísera
lágrima, me limité a permanecer callado con los ojos pegados a su camisa roja de topos.
El payaso no habló en ningún momento, tan solo se reía como un desequilibrado y
tarareaba inútilmente alguna musiquilla circense. Me lanzó al suelo del salón y me hizo un
gesto de silencio colocándose el enorme dedo índice sobre sus labios rojos. Encendió la luz
y allí estaban, mi madre y mi hermana amordazadas cada una en una silla. Cuando me vio
mi madre intentó ponerse en pie, gritar desesperadamente, pero no pudo. El payaso le
propinó una bofetada partiéndole el labio.
Éste cogió entonces otra silla, la trajo dónde yo estaba y me sentó en ella, no sabía por qué,
pero a mi no me ató para nada, me miró y guiñó un ojo. - ¡Que empiece el espectáculo! –
gritó. Esas fueron las únicas palabras que escuche salir de su boca hasta el momento.
Yo seguía inmóvil, aterrorizado.
Cogió a mi madre con fuerza y la empujó contra la mesa, todo ello sin perder su mueca de
diversión. La mujer intentó en vano patalear pues él era muy grande y no parecían ni
molestarle.
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Desenfundó entonces un cuchillo de sus pantalones bombachos, no recuerdo si era de
carnicero o no, pero si puedo asegurar que su hoja era gigante y además ya estaba
manchada de sangre reseca.
Mi madre no dejaba de sollozar, tenía la cara bañada en lágrimas que se mezclaban con la
sangre de su herida. El payaso me lanzó una mirada, guiñó de nuevo su ojo y estrelló con
todas sus fuerzas la afilada hoja contra el cuello de mi mama. Jamás olvidaré aquel sonido,
el del metal rasgando la carne. La sangre llegó a mis pies descalzos, sentí su calor en mi
piel. Mi hermana dejó escapar un grito de terror intentando zarandear la silla para poder
escapar.
Yo seguí allí sentado, casi sin parpadear. Mirando atónito lo que sucedía, cómo la cabeza
de mi madre se desplomaba de su cuerpo tras una cascada de sangre. Sin más, permanecí
allí, de piedra.
El payaso bailó alegre alrededor de la mesa dónde yacía el cuerpo ya sin vida de la mujer
mientras deslizaba el enorme cuchillo por su camisa para limpiarlo. Se detuvo entonces
delante de la silla de mi hermana, ésta gimoteaba y se desgarraba por dentro moviendo la
cabeza de un lado al otro. El asesino le quitó la mordaza de la boca a la vez que le enseñaba
el arma, ella entendió que no podía intentar nada. Me miró desencajada.
- ¡Corre, Javi! ¡Corre! – me advirtió.
Él no dudó en castigarla por lo que había hecho, hizo una mueca de tristeza torciendo la
boca hacia abajo en forma u invertida y asestó una cuchillada en la cara de mi hermana.
Por un instante mi corazón dejó de latir, mi cuerpo agarrotado en aquella silla no respondía
a ningún estímulo. No podía dar crédito a lo que estaba pasando, por qué había venido ese
payaso a mi casa, y por qué en forma de payaso. Era cómo si mi peor pesadilla hubiera
cobrado vida.
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No pude más y rompí a llorar, entonces escuché la voz de mi hermana.
¡Dios¡ estaba viva aun.
No se cómo lo logró pero pudo soltarse de las cuerdas que la retenían. En su rostro una
tremenda herida en el pómulo no dejaba de sangrarle. Los vi forcejeando durante unos
segundos en el suelo sobre la sangre de mi madre. Al fin ella consiguió liberarse de él
dándole una patada en la entrepierna.
Se incorporó torpemente y vino hacia mí. Me abrazó y me besó en los labios cómo cuando
me acostaba todas las noches.
-Tenemos que irnos - me apremió
No habíamos empezado ni a correr hacia la puerta cuando mi hermana se detuvo. Me miró.
Un hilillo de sangre surgió de su boca. Cayó de rodillas justo a mi lado e intentó
balbucearme algo, algo que jamás olvidaré.
- Te quiero.
En su espalda tenía clavado el cuchillo casi hasta el mango.
Caí abatido junto a mi tata cogiendo su mano ensangrentada.
- No, ¿por qué? ¿por qué? – aullé desconsolado.
Una enorme mano blanca me estampó contra la pared.
El payaso se abalanzó contra mi hermana de nuevo clavándole una y otra vez el cuchillo en
la espalda. La sangre salía disparada a chorros.
Yo comencé a gritar, esta vez cómo un loco. No podía más, pedí ayuda con todas mis
fuerzas si es que me quedaban algunas en el cuerpo.
El bufón asesino paró de jugar con mi hermana y me lanzó una mirada fulminante. Había
dejado de sonreír, ahora su ceño blanquecino estaba fruncido, y su boca colorada estaba
contraída. La peluca la tenía ya mal colocada, y algunos mechones estaban apelmazados
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por la sangre que le había salpicado.
Caminó hacia mí con esos enormes zapatos de goma y los pantalones bombachos casi
caídos.
Yo me arrastré como pude por el suelo, pero era inútil, en un momento estaba entre sus
manos, cara a cara con el peor de mis miedos.
- ¿por qué me haces esto?
El payaso rió de nuevo. Acercó la hoja manchada de sangre a mi cara y la pasó suavemente
por mis mejillas. Sentí de nuevo el tacto de la sangre en mi piel.
- Dime, Javi. ¿Es qué tú no tienes miedo a los payasos? – me preguntó mirándome
fijamente.
Un tremendo golpe en la puerta principal hizo que el payaso se pusiera nervioso. Alguien
estaba llamando insistentemente al timbre y aporreando la puerta.
- ¿Hola? ¿Están todos bien? Hemos oído gritos – advertían las voces.
- Tranquilo pequeño, no voy a matarte, espero que hayas disfrutado con el espectáculo y
por tu magnífica atención te voy a dejar un recuerdo – acto seguido me agarró del cuello y
deslizó la hoja afilada por las comisuras de mi boca. El dolor fue tremendo, casi
insoportable, sentí como el metal me rasgaba y la sangre entraba por mi garganta a
borbotones.
- Cada vez que te mires al espejo, recuerda que estoy aquí – terminó. Se incorporó
torpemente y salió disparado hacia la puerta trasera.
Ya no recuerdo nada más, al momento perdí el conocimiento y me pareció ver
difuminadamente a mis vecinos entrando en el salón alarmados, entre gritos de terror y
asco.
Creo que achacaron la masacre al mismo asesino de los artistas del circo, y que al parecer
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éste había aprovechado el disfraz del payaso para ocultar su identidad. En definitiva,
tonterías, yo se que era un payaso de verdad, y que lo que hizo con mi familia es lo que
realmente hacen y les gusta. Pero claro, yo solo era un niño y no quisieron hacerme caso.
El caso es que ya han pasado 15 años de aquello. Ahora vivo solo, tengo esta pequeña
casita en las afueras, no me gusta nada la ciudad. Hace tiempo que vengo escribiendo esta
especie de diario de bitácora de todo lo que hago día a día, sobretodo de mi afición, y en
definitiva mi vida. Y hoy he decidido explicar el origen de mis miedos, el por qué de mis
aficiones, un poco el cómo he llegado hasta aquí.
En cuanto acabe de escribir estas líneas intentaré quitarme la sangre de la cara, esta putita
de hoy me ha salpicado demasiado, y casi me ha destrozado todo el maquillaje la muy
guarra.
Valla, creo que aun sigue viva. La estoy viendo moverse a través del espejo, es dura de
pelar la tía, ninguna de las otras ha aguantado tanto. Voy a rematarla antes de que ponga
perdido todo el suelo.
Ya está, le he cortado la cabeza. Menos faena para luego.
A esta la he visto hoy en el video club, sección clásicos del terror. Quizás no la hubiese
escogido como a las otras por su físico, pero ironías de la vida iba a alquilar IT.
Ahora me estoy mirando al espejo, y a parte del maquillaje corrido, la peluca verde a lo
afro, y esa narizota de espuma roja, no veo nada más, tan solo que mis ojos carecen de vida,
que reflejan el mismo vacío que hacía 15 años cuando los médicos me recogieron de mi
casa tras la matanza, creo que éstos murieron aquella noche al presenciar todo lo que
ocurrió, y siguen muertos ahora, pues no consigo ver la vida como antes.
Y sí es cierto lo que me dijo aquel payaso, que cada vez que me mirara en un espejo le
recordaría, así es, y no es por las marcas que me ha dejado en la boca que no han hecho más
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que ayudarme a la hora de maquillarme y crear una mueca de sonrisa permanente, cada vez
que me veo reflejado no me veo a mí, solo lo veo a él.
Nada queda ya de aquel niño que vivía atemorizado por los payasos, que pasaba las noches
en vela oculto en la oscuridad, que se negaba a ir a los circos con tal de no ver a ninguno de
ellos. Ahora yo soy uno de ellos.
Si nadie teme a los payasos, yo les voy a dar un motivo a todos ellos para hacerlo.